De pie,
atada a un gancho del techo, con un antifaz que me impide ver… lo noto moverse
a mi alrededor, observando cada pequeño movimiento de mi cuerpo expuesto, lo
oigo juguetear con la correa, la espera se me hace eterna, en qué momento y en
qué lugar caerá el primer golpe. Tiemblo, emito pequeños gemidos de nerviosismo…
quiero parar esa tortura, no me gusta el dolor de los azotes, sé que suena
extraño, odio el dolor, no me gusta sufrir, pero adoro lo que este provoca
en mi mente. En esos momentos me gustaría que todo parara, salir corriendo
llorando, aunque no me muevo, algo me lo impide, y es saber que en cuanto acabe y
Él me abrace para secar mis lágrimas, todo cobrará sentido. Hay que pasar por el
infierno para llegar al cielo, Su cielo.
El
primer golpe cae en mi espalda, pica, escuece, por unos segundos creo que no lo
soportaré, pero pronto cesa, hasta que cae el segundo un poco más abajo, me quejo
“Cállate, no quiero oír tus lloriqueos” aprieto los labios y cae el tercero, en
mi culo, intento relajarme, respiro profundo, sé que con los músculos tensos es
más doloroso. Poco a poco va cogiendo ritmo, intercalando la fuerza del golpe,
me va asestando duros correazos, en el veinte pierdo la cuenta… oigo como el cinturón
cae al suelo, abraza mi cuerpo tembloroso, húmedo por el sudor frío de soportar
el dolor “Ya mi vida, ya pasó” acaricia mi pelo con ternura, se coloca a mi
espalda, pasa su dedo suavemente por las marcas que me acaba de infligir, las
admira… se arrodilla ante mi culo, se acerca poco a poco, noto su aliento cada
vez más cerca, una sensación intensa me invade cuando noto sus dientes clavados
en la nalga, aprieta y aprieta, incluso pienso si seguirá hasta arrancarme la
carne, me suelta “Mmm cómo me gustaría devorarte, comerme ese culo que tienes,
quizá lo haga, quizá te apriete tan fuerte que pueda probar el sabor de tu
sangre” me agito, si decidiera hacerlo no podría evitarlo de ninguna forma, mis
manos están fuertemente sujetas, bueno, quizá si podría evitarlo, pero... no es Él
el que me da miedo, soy yo, si decidiera hacerlo ¿Querría parar? ¿Querría
romper la cadena de sensaciones que se desatan en mi interior? o soportaría tal
dolor por seguir sintiendo, torturaría mi cuerpo en pro de mi deseo… Un
pellizco en el pezón me saca de ese pensamiento, ahora juguetea con mis pechos,
lame uno mientras pellizca el otro, una corriente recorre mi cuerpo hasta el clítoris,
no puedo evitar que mi cadera haga movimientos buscando algún contacto “Eres
una auténtica zorrita, mira como me buscas, quieres que le de alivio a tu
coñito, eso es lo que hacen las guarras” me habla mientras desliza dos dedos
suaves en mi interior, los deja dentro sin moverlos, y vuelve a estimular mis
pezones. Sus dedos quietos junto a esas ganas de que me folle es una tortura “Venga,
se una buena putita y dile a tu Amo lo que quieres” quizá mi cuerpo actúe sin tabúes,
quizá se mueva sin represión, pero mi boca está llena de barreras, mi cadera
puede gritar con sus movimientos que quiere Su polla, pero mi boca no puede ni
susurrarlo “no voy a hacerte eso que tanto te gusta hasta que no me lo pidas”
mis pechos no pueden más, siento como mi flujo recorre el inicio de los
muslos y lo necesito “ Amo, quiero que me folle con Sus dedos, fuerte y profundo,
como solo Usted sabe hacerlo” sigue quieto, el poner mis mejillas ardiendo de vergüenza
no ha sido suficiente “No eres una niña educada, ¿Cómo se piden las cosas?” Lo
grito ”Por favor Amo” Sus dedos empiezan a moverse dentro de mí, en el ángulo
perfecto, a la profundidad ideal y con la velocidad que me hace enloquecer,
gimo, gimo fuerte, aprieto los dientes, agito la cabeza de un lado a otro, y
para. Me quedo relajada y jadeante, se acerca a mi oído y me susurra “¿Crees
que tu culito estará abierto y lubricado de tanto placer? Reza porque así sea…
ahora voy a soltarte, te pondré a cuatro patas como la perra que eres y te lo
follaré sin piedad” la piel se me eriza, intento quejarme, pero mi boca traicionera lo único
que emite son gemidos de placer, a quién voy a engañar, lo deseo fuerte…