miércoles, 27 de noviembre de 2013

Historias para no dormir... de placer

Quería daros las gracias por vuestras visitas, y precisamente para celebrar las 1000 y mi primer seguidor os contaré una de mis fantasías más antigua y elaborada. Cada noche antes de dormir, me gusta imaginar escenas que me resultan eróticas, como segmentos de películas que me excitan, y coger el sueño con una sonrisa en la cara y un cosquilleo entre las piernas. Esto es sólo la introducción, en ella hay menos "acción" pero es que soy detallista y elaborada hasta para las fantasías eroticas. Espero que la disfrutéis...



LLegó a aquel lugar apartado de la ciudad, una mano sujetaba la maletita marrón con sus escasas pertenencias, con la otra llamó al timbre. En ese momento el miedo a lo desconocido le hacía dudar de la decisión que había tomado. Al llegar la mayoría de edad en el orfanato les daban a elegir, podían irse sin mirar atrás, buscarse su propia vida con una buena cantidad de dinero que se había ido ahorrando para ellas, hacerse un futuro a su manera, o podían continuar sus estudios unos años más en un centro para chicas de más edad que les era asignado. Ella nunca destacó en nada, no fué una niña traviesa ni tan buena como para ganarse el favor de las cuidadoras, había hecho amigas, pero ninguna especial a la que echar de menos. Su infancia no fue triste, simplemente pasó. Cuando le plantearon la cuestión de qué hacer lo tuvo claro, no estaba preparada para enfrentarse a la vida, alargaría ese momento lo máximo posible, así que optó por mudarse a otro centro. 
El sonido del gran portón negro la sacó de sus pensamientos. Una monja le hizo un gesto para que entrara. Cuando cruzó la puerta pudo admirar un gran edificio antiguo, de piedra, con cierto tono rosado, dos palmeras se alzaban ante la entrada, era un lugar amplio y bonito, un antiguo convento que se habían encargado de ir actualizando, para que no se notara el paso del tiempo. Una sensación de alivio la recorrió, al fin y al cabo no parecía ser un lugar tan horrible, como el miedo a lo desconocido le había hecho pensar. Subió una escalinata y entró en el edificio. Los pasillos eran amplios, con muchas ventanas exteriores a un lado y al otro las ventanas opacas que pertenecerían a las diferentes clases. La monja la condujo por uno de los pasillos hasta el despacho de la directora. La puerta estaba abierta: 

- ¿Se puede?- preguntó con la educación y timidez que la caracterizaban
- Sí pasa querida y siéntate- La directora era una monja bastante alta, ni gorda ni delgada, tenía unos rasgos severos, pero que su gesto de aparente amabilidad ocultaba.

Fué avanzando hasa llegar a la gran mesa de roble y sentarse en una de las sillas de estampado verde botella. Le entregó una carpeta que le dieron en el orfanato con todos sus documentos, notas, médicos... La directora comenzó a mirarlos a través de sus pequeñas gafas, mientras ella se apretaba las manos con nerviosismo, aunque hasta ahora todo había ido bien, algo por dentro no la dejaba tranquila, una sensación de alerta sonaba en su interior, aunque se repetía una y otra vez que era el miedo a lo nuevo, que en cuanto se instalara y cogiera la rutina todo iría bien, en un intento de tranquilizarse en vano. La directora comenzó a hacerle preguntas sobre su vida, sobre el lugar de donde venía, de sus amistades allí, de cómo era ella personalmente...

- Y con los chicos qué relación has tenido- Aquella era una pregunta extraña, pero tratándose de una monja tampoco le pareció raro
-Muy poca señora, era un centro para chicas, y aunque hablábamos con ellos en las convivencias que hacíamos con otros centros, o cuando nos llevaban de excursión, nunca se me ha dado bien relacionarme con ellos, o quizás no les llamé la atención- No era fea, ni mucho menos, tenía una cara aniñada, con pecas y una bonita sonrisa, un cuerpo pequeño y delgado, pero nunca se creyó guapa, quizá por que a su alrededor había chicas más llamativas. La directora apuntó algo en el expediente y cuando se disponía a hacer otra pregunta el teléfono sonó. La monja descolgó, el gesto se le tornó preocupado:
-¿Cómo? Pero es que así de repente, no esperabamos a nadie hoy, no hemos preparado nada. ¡No! cómo le vamos a decir que se vaya.- respiró hondo y relajó un poco la cara- Está bien, dile que espere un poco mientras preparamos a las chicas.

Cuando colgó se dirigió a ella con una sonrisa forzada. le explicó que había surgido un imprevisto, y que tenía que salir, le repitió varias veces que esperara allí sentada, que bajo ningún concepto saliera de la habitación. Sin tiempo a que preguntara nada, la directora salió. En un principio estaba dispuesta a obedecer, oía el revuelo en el pasillo de fuera, las chicas correteando de un lado a otro, se preguntaba qué pasaba, quién había llegado tan importante. De repente el ruido cesó, y un silencio casi sepulcral lo sustituyó. Escuchó la voz de la directora a lo lejos, dando explicaciones a alguien, excusandose por la espera, una voz masculina le contestó para tranquilizar a la monja excesivamente afectada. 
La curiosidad empezó a picarle, y aunque el sentido común le repetía que se estuviera en el sitio, un diablillo le decía que no sería para tanto, que sólo se asomaría un poco, que la forma en L del pasillo la resguardaría y volvería corriendo a la silla antes de que la vieran. Respiró hondo y se levantó, la puerta se abrió silenciosamente y ella avanzó lo más silenciosamente que pudo. Al asomarse vió dos filas de chicas a cada lado del pasillo muy rectas y muy quietas, más parecían soldados que muchachas. Al final del pasillo estaba la directora muy quieta, y entonces vió al hombre que había oido antes, era un joven, de unos treinta años o quizás menos, con el pelo moreno corto casi rapado y una barba también corta. Tenía la espalda ancha y de estatura media. El hombre pasaba despacio delante de cada chica, las miraba fijamente, tanto que algunas apartaban las miradas avergonzadas. La curiosidad la mataba, qué estaba ocurriendo, qué era toda aquella parafernalia. El hombre se detuvo ante una de ellas, la miró unos segundos y sin quitarle los ojos de encima bajo su mano hasta los muslos y fue introduciéndola en su falda, la chica cerró los ojos angustiada apretó los labios por no quejarse, pero no se movía, no hacía ningún intento de detener a aquel hombre que ya había introducido los dedos en su braguitas. Cuando ya tuvo bastante sacó los dedos y se los miró, los tenía llenos del flujo de la joven que ya dejaba ver alguna lágrima en su rostro. Siguió avanzando en la fila de chicas, hasta que después de observar a unas cuantas, se paró delante de otra.

-Desabróchate la camisa, le ordenó- la joven cerró los ojos para tranquilizarse unos segundos y comenzó a abrirse la camisa, que ante la ausencia de sujetador, dejó al descubierto su piel. Él apartó la camisa para dejar sus pechos al aire. Sin inmutarse comenzó a cariciarla, a pasar sus dedos por los pezones, a pellizcarla mientras miraba su gesto de dolor, y sin más siguió adelante, ante lo que la joven denotó un pequeño gesto de alivio. A la siguiente que escogió le hizo darse la vuelta, con una mano la agarró por la nuca y la fué empujando hasta denerla con el culo en pompa. Con la otra mano le levantó la falda y le bajó las braguitas blancas. Su culo quedó al descubierto, los sollozos de la chica se escuchaban en el silencio que reinaba. Él se metió el dedo índice en la boca, lo chupó y lo puso en la entrada del pequeño ano de la muchacha. Poco a poco lo fue introduciendo.

Desde el cobijo que le daba su escondite ella lo veía todo con los ojos cada vez más abiertos, no podía creer lo que estaba viendo, cuando la chica emitió un pequeño chillido ante la invasión en su estrecho agujero no pudo evitar que un sonido de asombro y miedo se le escapara. 
Pudo percibir ese sonido perfectamente, dejó a la asustada joven, cogió una toallita que una monja le ofreció, se lavó las manos, y miró de reojo al lugar de donde provenía el ruido. Vió esa cabecita asomada y sin dudarlo se dirijió a ella. Del miedo estaba paralizada, le hubiera gustado poder correr y esconderse en el sitio más oculto del mundo, un sitio lejos de aquel hombre que ahora estaba ante ella. La miró de arriba abajo, se acercó a su cuello y la olió profundamente, se aprató y la miró sonriente, con una sonrisa blanca y bonita, si no fuera por lo que había visto antes le hubiera parecido el hombre más amable del mundo. La agarró de la muñeca, hizo un gesto a la directora: -Ya he escogido- le dijo. Sentía su mano fuerte alrededor mientras tiraba de ella hasta el despacho. La puerta se cerró, lo oía todo como ajeno a ella, estaba metida en una burbuja que el miedo y la incredulidad habían formado. Al otro lado se escuchaba ajetreo, las chicas cuchicheando, susurros e incluso algun suspiro de alivio, e igual que antes, tras los portazos de las clases, el silencio.

Continuará...

jueves, 21 de noviembre de 2013

Un beso con sabor a pasado

Hoy me levanté llena de añoranza. El culpable es un sueño que he tenido esta noche, en él me reencontraba con mi vecina, la que os dí a conocer en mi primera entrada. He soñado que volvíamos a ser amigas, que le contaba mi situación actual, le contaba cómo me iba con mi nuevo Amo, como si de una exAma se tratara, la besaba en la boca llena de alegría, sólo un pico, nada sexual, de forma inocente, con alegría y entusiasmo por el reencuentro. Al despertar me ha quedado una buena sensación, y llevo toda la mañana recordando nuestros momentos juntas. Ahora sí tengo claro que fue mi Dueña en mi infancia, éramos niñas, no poníamos aún nombre a nuestros papeles, pero ella mandaba y yo obedecía, y nuestros juegos eran teatros de escenas bdsm, creo que ambas lo llevábamos dentro y no necesitábamos ver vídeos o fotos, sólo hacíamos lo que nos apetecía en cada momento. Mi madre me repetía una y otra vez que no entendía por qué me dejaba influenciar tanto por ella, que hacía siempre lo que ella me pedía, y no podíamos estar la una sin la otra, ahora lo entiendo todo. En mi cabeza fantasiosa, se crean imágenes de mi Amo y ella, ya adulta, hablando de mí mientras se toman algo, acordando hacer una sesión conmigo, para que ella pueda realizar esas cosas que hacíamos de "mentirijilla", que podamos ser por un rato lo que imaginábamos ser de pequeñas. 

Hoy me levanté llena de añoranza, era mi amiga y confidente, hablábamos con total naturalidad de todo eso, no le veíamos nada malo, aunque, siempre supimos que debíamos guardarlo en secreto. Me da pena, la he visto varias veces, y nos hemos saludado, pero con la distancia que todos estos años han marcado, ya no podría volver a ser lo mismo, en parte porque creo que las dos hemos puesto nombre a lo que hacíamos, y ya sabéis la manía que tenemos los adultos de hacer incómodo algo que nos gustaba tanto. En mi sueño la veía cercana como antes, con la idolatría que le tenía entonces. No es que quiera que sea mi Ama, ni mucho menos, pero me gustaría tenerla cerca, y hablar de todo esto con la complicidad que teníamos, que mi Amo y yo mantuviéramos una relación con ella, charlar con una vieja amiga que tanto sabe de mí, que, no es que conozca o comprenda mis secreto, es que forma parte de ellos. La echo de menos, eso es todo.

martes, 19 de noviembre de 2013

Aprender a callar

Soy una perfeccionista, es un rasgo que me atormenta y que no me deja vivir en paz. En todos los aspectos quiero ser la mejor versión de mi misma, la mejor madre, la mejor en mi trabajo... y por supuesto la mejor sumisa. No es algo en plan competencia con los demás, simplemente quiero alcanzar el nivel que para mí es aceptable, para estar satisfecha. Sin darme cuenta me voy planteando mini retos, que si no consigo me frustran un poquito, y normalmente es en la sumisión donde más fallo. 
Actualmente esto inmersa en el reto del silencio, me he propuesto no hablar tanto, saber contener mis palabras, ser capaz de callar por muchas ganas que tenga de comentar algo. Por ahora no lo he conseguido, reconozco que soy un poco parlanchina, tanto cuando estamos con más gente, como cuando estamos a solas. En este reto ando confundida, por un lado está la persona que soy, y por otro lado la fantasía de persona que me gustaría ser. En las comidas con amigos, soy abierta, simpática y conversadora, pero mi mente fantasea con una personalidad más sumisa, más reservada, sin tanto protagonismo. Cuando terminan esas reuniones siempre me quedo mal, pensando si tendría que haber callado más, si dije algo inconveniente, si mi Amo está contento conmigo o hice algo que lo molestó. A solas sí tengo más claro que tengo que mejorar, cuando estamos juntos me gustaría hablar cuando se dirige a mí, que no me importe estar en silencio, callarme las frases que me salen automaticamente...
Seguiré intentándolo, e intentaré callar también esa vocecita que me repite que no llegué al listón que me puse. Intentaré recordar todas las cosas que sí conseguí. Si no consigo superar el reto, siempre me quedará pedirle que me lleve amordaza a todos sitios

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mi madre

Ella tenía unos 29 años, yo 2. Ese verano iban a buscarme un hermanito, pero un mes antes se notó un bulto en el pecho. Primero le dijeron que no era nada, solo unos días después el bulto había crecido hasta ocupar su pecho casi por completo. Le dijeron que era un cáncer muy grave, los médicos firmaron su sentencia de muerte. Pero ella no era así, no era de las que se rendía, su forma de ver la vida no le permitía dejarse morir. Lo primero fue extirparle el tumor, su pecho quedó reducido a una fina piel sobre el esternón, lo segundo fue tatuarle unos puntitos azules, los objetivos de la radioterapia. El primer día, en la sala de sueros le ofrecieron una coca cola, ella dijo que prefería una fanta de limón, así de inocente llegó a aquel lugar. Más tarde sabría que era para intentar contrarrestar las náuseas de la quimio. De aquella época recuerdo poco, la única imagen que tengo es la de estar ante la fachada del hospital con mi abuela, con un frigopie en una mano, y con la otra saludando a mi madre que me miraba desde la ventana. El cancer era duro pero ella lo fue más, y un tiempo más tarde, los médicos calificaron literalmente de milagro la desaparición total del cancer y la metástasis. Por supuesto que en un primer momento sobrevivir era su prioridad, siempre me ha dicho que lo hizo por mí, que hizo lo imposible y lo increíble por no dejar a su hija de dos años sola, que rogó al universo para que la dejara vivir por lo menos hasta que yo cumpliera los 18. Pero y qué pasa cuando ya lo superas, cuando te miras al espejo y ves como ha quedado tu cuerpo, cuando sabes que no podrás tener ese hijo que ibas a buscar, cuando sabes que tendrás que hacer el amor con tu marido, desnudarte y aceptar que una parte de ti no está. Desde fuera es fácil decir que no pasa nada, que con lo que has superado tienes que estar orgullosa, tienes que estar satisfecha, con el autoestima alta. Yo ahora ya soy una mujer, estoy casada, y sé lo que supondría que arrancancaran una parte de ti. Ellos no se tenían que mirar al espejo cada día, enjabonarse el cuerpo palpando sus diferencias, ellos no tendrían que comprarse bañadores y bikinis especiales, y aún así no estar tranquila en la playa, y si se nota, me miran, será que se me nota algo... por suerte yo no tengo ese problema, pero yo he sido la que entraba al probador con ella, la que jugaba con su prótesis de silicona, yo he visto y notado su lucha por no sentir que le habían quitado su feminidad.

Yo tenía doce años, mis padres se acababan de separar, y mi madre habló conmigo, me dijo que necesitaba operarse, quería reconstruirse, lo necesitaba, ahora que estaba sola, tenía que hacerlo por ella misma, necesitaba recuperar cosas que había perdido por el camino. Me advirtió de que iba a ser duro, y se quedó corta, fueron viajes y vacaciones aplazados por las operaciones, noches en el hospital, era una niña poniendo cuñas y duchando a su madre dolorida que no podía moverse, largas horas en la sala de espera mientras la operaban con anestesia general, con miles de angustias y miedos en la cabeza, qué pasaría si me quedaba sola, mis padres estaban separados, mi padre vivía con una nueva mujer, y mi relación con él en aquel momento no era muy buena. Fue duro sí, pero ella supo hacer que me quedara una gran sensación, vivimos grandes momentos juntas, la final de Gran Hermano 1 en la habitación del hospital, un atardecer de Domingo relajadas, comiendo bombones... Quizá me perdí cosas, quizás no tuve tiempo para ser una adolescente normal, quizás viví cosas que no me tocaban, pero es que ella se lo merecía, sé que a una madre se la quiere, pero yo siempre la he querido el doble, la unión que teníamos no era normal, cómo no iba a apoyarla, si había luchado contra la naturaleza, contra una enfermedad mortal por mí, cómo no iba a concederle su pedacito de mujer que le faltaba, eran unos años duros a cambio de la visión que tenía del mundo, de vivir cada momento con felicidad, de todos los momentos especiales que tenía gracias a ella. 

 La semana pasada fue a su revisión anual, el médico la miró serio, miró los resultados y al fin sonrió, le han dado el alta oficial, después de 25 años sin rastro de cáncer. Cuando me lo dijo no pude evitar llorar, sé que el merito es completamente suyo, pero un sentimiento de alivio y superación me invadió, la imagen de mi madre a los pies de mi cama sin poder acercarse a mí por el tratamiento, y el nudo en la garganta por no poder abrazarla vino a mi mente, creo que la niña de dos años que era entonces supo estar a la altura, que la adolescente que la apoyó en la reconstrucción también lo estuvo... me alegro de haber sabido hacerle más fácil los duros momentos que le tocó vivir.
  En definitiva, mi madre es un ejemplo de lucha y fuerza de voluntad, es la persona que me ha enseñado a hacer fácil lo difícil, a hacer fácil lo que otros tachan de imposible.

Vive muy cerca, por lo que la veo muy a menudo, y cada vez que nos sentamos a hablar tengo la tentación de confesarle mi secreto, de compartir una parte tan importante para mí, siempre nos lo hemos contado todo y la confianza me tienta a decirle mi verdad, siento que la traiciono ocultándolo. Además... al fin y al cabo no somos tan distintas, dos mujeres en busca de su feminidad, en busca de sentirse completas, de luchar por lo que somos. Pero nunca reuno el valor, por otra parte la conozco demasiado, sé que no lo entendería. Bueno, yo la sigo queriendo igual, por mucho que quiera convertirme en lo contrario a una sumisa, pobre... no sabe que conmigo da contra un muro.
 

viernes, 8 de noviembre de 2013

Cambios que no esperaba

Siempre he creído que si era capaz de hacer ciertas prácticas sexuales, que si era capaz de obedecer, de adoptar posturas... ya sería una buena sumisa. Pero no, hay veces que no me siento una buena sumisa, da igual que desde fuera lo parezca, cada uno sabe lo que siente por dentro, da igual que acabes las preguntas con un "Amo", da igual que lo llame de Usted... todo eso da igual si crees que todo eso es por ti, que el placer va dirigido a ti. Nunca me consideré una mujer "creída" nunca me consideré superior a nadie, nunca pensé que fuese prepotente... pero lo bonito del proceso que estoy viviendo junto a mi Amo, es el autoconocimiento, y he descubierto en mi interior soberbia y egocentrismo. No me importa decirlo, que tire la primera piedra el que sea perfecto, no me importa decir mis defectos porque una vez descubiertos ya solo queda cambiarlos y mejorar. Ha llegado el momento de analizar nuestra relación, cómo empezó, cómo ha cambiado... quizá empezamos con el D/s porque yo lo propuse, porque era mi necesidad, pero ese vacío se llenó, ahora no soy sumisa por mi necesidad, ahora lo soy por la suya. Ahora es cuando me educa en Sus normas, no en mis fantasías.
 "Dejemos de ser así", le dije un día gris, lo dije desde el egoismo de creer que todo era por mí, que yo decidí cuando empezar y yo podía decidir cuándo acabar, creyendo que Él sólo actuaba así por mí, pero que le daban igual los protocolos, los castigos, el bdsm, que le daba igual dominarme "Si de verdad no quieres seguir así, se rompe nuestro contrato, pero yo no puedo volver a ser como antes, creo que no podría estar contigo si no eres mía". El corazón se me aceleró, y la realidad apareció ante mis ojos, me dí cuenta de que esto ya no era un juego, que ahora era Él el que me pedía algo, que igual que el decidió se mi Amo, ahora era yo la que debía decidir si quería ser Su sumisa. Lo amo con todas mis fuerzas, ha hecho tanto por mí, me ha dado y me da tanto... que no podía hacer otra cosa, sólo había una opción, entregarme. 
 Y bueno, ahora pasan así mis días, aprendiendo a ser Suya de verdad, aprendiendo humildad a base de castigos, aprendiendo a satisfacer sin esperar nada para mí, aprendiendo cuál es mi auténtico sitio. Y ¿ Cómo me siento ante todo esto? Tranquila. Por fin se está callando esa vocecita caprichosa que no paraba de reclamar lo que ella necesitaba, la que me ha estado atormentando toda mi vida. Al fin siento serenidad, al fin siento que mi sumisión natural está satisfecha. Al fin se apagaron todos esos deseos que me abrumaban y me creaban vacios, infelicidad, ahora el único que necesito es el Suyo, Su deseo es lo que me hace feliz.

 Siento que todo ha cambiado, que nosotros hemos cambiado, y no sé si ya os lo he dicho, pero...
 me encantan los cambios.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Una nueva lección, un nuevo castigo

Ya llevaba varios castigos acumulados, creí que Él no se había dado cuenta de mis faltas, pero lo único que hacía era dejarme espacio para ver cómo reaccionaba. Mi peor error fue hacerme la tonta, callarme y creer que así evitaría el castigo. El Domingo fuimos de comida familiar, como siempre que salgo con Él debía llevar falda o vestido. Me puse una faldita vaquera, un jersey, botas y, con la llegada del frío, las medias de liga que tanto le gustan. Buscaba en mi cajón qué braguitas ponerme cuando llegó a la habitación, metió las manos bajo la falda y me dijo que dejara de buscar, que iría sin nada. No es que sea la primera vez, pero no deja de ponerme nerviosa, tengo dos niñas pequeñas y es probable que surjan muchas ocasiones de agacharme o hacer algún movimiento extraño, que deje al aire mi secretillo. Durante la comida, mientras hablábamos con mi padre, mis tías o abuelos, ponía Su mano en mi pierna y recorría con Su dedo el encaje de la media, yo intentaba mantener una actitud natural, aunque no sé si tuve mucho éxito con eso. Volvimos a casa, las niñas se quedaron viendo una peli y nosotros subimos a cambiarnos de ropa, o al menos esa era mi intención. Una vez en el cuarto, frente a la cama, me agarró de la cintura y se acercó a mí " Has salido muchas veces de la habitación sin permiso, y no sólo hoy, llevas varios días cometiendo fallos y haciéndote la tonta. ¿ Qué te crees, que no me doy cuenta? Y el Jueves no te lo tragaste, sé que no te encontrabas bien, pero tienes que pedirme que te lo perdone, aquí no puedes hacer lo que te dé la gana, aquí se me obedece y punto" me abofeteó, me llevó a un lateral de la cama y me ordenó que me pusiera a cuatro patas, me subió la falda y comenzó a follarme, duro y sin parar. No me parecía un castigo, a mí me estaba encantando, excepto porque la falda vaquera se me clavaba, todo era excitante. Podía ver la escena en el espejo, su perfil mientras me penetraba... estaba cachonda y muy mojada. "No te vayas a correr, esto es un castigo, te estoy utilizando para correrme, y cuando yo te avise, te darás la vuelta rápido, pondrás la mano y te echaré mi leche, luego te la comerás como la perrita que eres" Toda la excitación se me quitó, es lo peor que me podría mandar... supliqué, "No Amo, por favor..." lloriqueé, y lo único que conseguí fueron unos azotes duros y secos que me causaron mucho dolor, no picaban, eran golpes limpios e insoportables, que me arrancaron un "Sí Amo, lo haré". Mi culo rojo lo excitó aún más, pude notarlo, y tras embestirme tres veces más gimió y me dio la orden. Rápidamente me puse de rodillas, con las manos juntas ante Su polla, que se derramó en ellas. "Cómetelo" me quedé mirando mis manos fijamente, no podía, era superior a mis fuerzas... "Comételo" Su tono de voz se iba crispando, apretaba los dientes y la expresión que tanto me impone apareció en  sus ojos. Acerqué mi lengua a Su semen y lamí, comprobé que mi boca no soportaba esa textura, lo miré a los ojos, y volví a lamer, tras lo cual volví a mirar fijamente mis manos, no podía seguir. Se acercó a mí, me puso una mano en la nuca y la otra bajos mis manos, e hizo fuerza para pegarlas a mi boca "Eres una perra desobediente, mira lo que me obligas a hacer" Yo lloriqueaba angustiosa, cuando me soltó "Ve a lavarte" corrí al lavabo, me lavé la boca y el rimmel corrido, y volví a Su lado. Me abrazó tierno, me miró a los ojos "No vuelvas a hacerlo, ¿vale?" Yo me apreté más contra Su pecho y gemí aliviada, me acarició el pelo " Ay mi pelusilla, qué chiquitilla es..."
Hasta a mí me suena raro, pero Sus castigos me acercan más a Él, lo paso mal con ellos, pero al terminar, me siento más unida, más sometida, más Suya.  Y lo quiero mucho más. Este castigo me enseñó a no infravalorarlo, a no creer que no se da cuenta de las cosas, y a tener cuidado con mis deseos, pedí castigos diferentes, no solo azotes. Mientras miraba mis manos, echaba de menos la correa.