viernes, 17 de octubre de 2014

Tierno sádico


La contemplaba tumbada en la cama, su pecho desnudo subía y bajaba acelerado, sabía que observarla la ponía nerviosa, le encantaba tener ese control sin ni siquiera tocarla. El verla expectante y un poco asustada le provocaba ternura en su cabeza y excitación en la entrepierna. Se tumbó junto a ella, se acercó a su cuello y respiró profundo, tratando de robar todo el aroma de su piel, ella se encogió un poco, pasó la lengua y se lanzó a morderla con toda la pasión que pudo. Era suya, podía hacer lo que quisiera con aquel cuerpecito temblón. Apretó su carne con las manos, la pellizcó por los muslos, los brazos, la barriga... ella se quejaba, sus pequeños quejidos le ponían la polla aun más dura, se lanzó a lamer sus pezones, quiso hacer su magia, transformó el dolor aislado en excitación, nostó como ella se mojaba, como los lamentos ahora eran gemidos, y todo se aceleró, los pellizcos se mezclaban con besos apasionados y muy húmedos, los bocados marcaban su piel mientras sus caricias la hacían estremecer. Comenzó a hacerle un dedo salvaje, de esos que sabía que la volvían loca, ella se retorcia de placer, mientras alternaba bocados con susurros al oído. Qué cosas le provocaba aquella mujer, por un lado la quería con toda su alma, estaba dispuesto a todo por protegerla de cualquier peligro o daño, pero, por otro lado, le despertaba un instinto animal en él, veía su carne y quería morderla hasta hacerla sangrar, quería follarla como una bestia y destrozar su pequeña cavidad. Ya daban igual las lógicas, ella estaba loca de excitación y su miembro estaba a punto de explotar. La puso a cuatro patas, frente al espejo, muy despacio pero sin parar le fue penetrando el culo, ella suplicaba que parara un poco, pero él la calmaba con una dulzura que nada tenía que ver con la acción de su cuerpo, quería ver la entrega en ella, quería ver cómo sufría por el placer de su Amo. Miraba la escena en el espejo, la veía como una perrita con los ojos llorosos, una perrita que lo ponía muy cachondo, se veía grande y poderoso tras ella. Comenzó a acelerar el ritmos mientras con la mano acariciaba su clítoris, los lamentos se combinaron con gemidos de placer, y la excitación pudo con él, se corrió dentro de ella, el placer fue tal que le supo a dolor. Agachó la cabeza hasta apoyarla en su espalda, ella encogida y en tensión, con los ojos llorosos pero con la satisfacción que le proporcionaba servirle. Besó su espalda con adoración, le estaba agradecido por haberse entregado, la quería con toda su alma, admiraba lo que era capaz de aguantar por él. Se tumbaron de nuevo, ya relajados y adormilados, empezó a recorrer su cuerpo con el dedo, deteniéndose en cada marca, tenía la carne tan tierna que enseguida se amorataba, le gustaba lamer y besar esas marcas, como quién intenta curar las heridas provocadas. La abrazó con todo el amor del mundo y se durmieron con una sonrisa de satisfacción.
Un rato más tarde, frente al espejo del baño, ella se miraba cada morado que había en su cuerpo, le gustaba verlos, lo recordaban a Él, le recordaban su sumisión. Adoraba a aquel hombre y adoraba lo que le provocaba, no lo quería ni más duro ni más cariñoso, le gustaba tal y como era, un tierno sádico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario