jueves, 26 de septiembre de 2013

Al techo (2ªparte)



Los hombros se me resintieron cuando soltó mis manos, el estar tanto rato atada había hecho mella en las articulaciones. Sentí cierto alivio, que desapareció al recordar para qué me soltaba. Agarró mi nuca con una mano, y firme, pero sin brusquedad, me llevó hasta el suelo. Cuando me tuvo a cuatro patas me quitó el antifaz, me costó un poco adaptarme al cambio de iluminación, al enfocar la vista vi que estaba ante el gran espejo que ocupa toda una pared del sótano, cuando mis padres vivían en la que ahora es nuestra casa, lo pusieron con la intención de convertir esa habitación en una sala de baile, no sabían que años más tarde sería testigo de los perversos juegos de su niñita. Cuando dejo de aturdirme con ese pensamiento me concentro en lo que está pasando, me veo en el espejo, a cuatro patas, mi Amo desnudo, de pie tras de mí, me siento vulnerable, me veo pequeña ante Él, me fijo en Su cara y tiene puesta esa sonrisilla pícara que me derrite a la vez que me asusta. Se va arrodillando lentamente, empieza a amasar mis nalgas, las aprieta fuerte… “¿Estás lista cariño? Bueno, da igual, yo sí lo estoy. Ahora vas a contar hasta cinco, despacito, que saboree cada instante” Noto como coloca la punta de Su sexo en la entrada de mi estrecho agujerito, empiezo a contar UNO… Él hace pequeños, casi imperceptibles movimientos DOS… TRES…CUATRO… cada número lo alargo más, sé qué pasara cuando llegue al maldito CINCO… Su polla me penetra sin vacilar, un dolor intenso me ataca, no lo puedo soportar, mis músculos se tensan ante tal invasión “¡Ay, Amo! No puedo, no puedo” le suplico, verdaderamente no lo puedo soportar “Ssshhh tranquila, ya ha pasado lo peor, ya esta entera dentro, relájate, no voy a sacarla…” me habla mientras me acaricia el pelo, y ya está, ya ha dicho las palabras mágicas, tiene el poder de hacer sufrir mi cuerpo mientras hipnotiza mi mente. Efectivamente el dolor agudo deja paso a uno más llevadero, aunque sigo paralizada, cualquier mínimo roce intensifica la tensión, el dolor. Él está quieto, lo que lejos de tranquilizarme, me pone nerviosa, para qué se estará preparando… Me agarra de pelo, tira hasta dejarme la cabeza alta, “mírate en el espejo, mira a esa muchacha inocente, mira como sufre, pídele perdón, discúlpate por ser tan zorra, mira sus lágrimas y dile que las derrama sólo por tu placer, solo por que quieres estar cachonda como una perra” soy sumisa pero tengo mucho orgullo, y no solo no digo nada, sino que aprieto los labios desafiante. Tira más fuerte de mi pelo, mientras la saca poco a poco de mi culito, torturándome lentamente, y es que sabe que odio esa sensación, soy orgullosa pero débil, no aguanto mucho los pulsos… Fijo la mirada en mi reflejo, “Lo siento, siento ser tan puta que necesite llorar para gozar, siento torturarte solo por mojarme, siento ser una guarra” parece una tontería, pero enfrentarte a tu imagen frente al espejo es duro, te lleva a lo más hondo, y es entonces cuando la humillación me emborracha, me nubla los sentidos y lleva mi sumisión a otro nivel.

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